martes, 9 de febrero de 2010

digestión

pocas veces puedo estar
despierta
antes de que el día se ponga de pie
(es que el día es bípedo)
y
deje de escuchar
tan concientemente
el oleaje del ventilador
y de la cortina

pasado este punto del recorrido
mucho más cerca de volver
siento siempre que podría seguir
moviéndome con casa ambulante indefinidamente
porque
hay ciclos
mareas que crecen y decrecen y
los dolores, picaduras y expresiones del
cuerpo en general, se borran o alcanzan
un nuevo equilibrio,
una nueva base sobre la que seguir
insistiendo.

por favor no quiero que nadie se mueva, no abras
los ojos, no apagues la luz del baño
dejame con mi respiración muda y solitaria y
con las piernas en fuga y el mapa mental
de todos los datos
guardados en bolsillos, huecos, tapa y contratapa.

en unos días llego y te cuento cómo
sobreviví otra vez
escabulliéndome cual plastilina de colores
y de a ratos
hundiendo los pies y siendo a la vez
el ancla-

a esta hora se calla incluso
mi ansiedad por estar
en todos lados,

el factor 15, 20, 30, 40, el factor humano y
el orden de los factores,

me agarra ese ataque, ese,
hasta dónde hemos llegado que jugamos
a que es real
lo que siempre fue más real que todo y
nos acercamos a la orilla, nos tomamos todo la
pausa de un saque y nos vamos hacia
allá donde el cuerpo es más vulnerable y
nos alivia saber que tenemos
pastillas, curitas, prendedores,
queremos usarlo todo.

resulta que te pasás poco menos de un día
y una noche entera
del lado de allá y ya
te bajás de vuelta a la calle de otra manera
con muchas cosas en la mano y los ojos
entrecerrados y
supongo que el pelo como un espantapájaros,

entonces caminaba entre la gente como
si casi no pudiera hablar
segura de que si abría la boca
iban a salir sonidos inconexos o un río calmo o una
ola de mosquitos.

hay idiomas que igual no voy a dominar jamás
como este mismo,
que un poco siempre me deja pagando
en plena digestión, encima.